Hogar

Mi querido lavavajillas

De repente, un buen día te das cuenta de que eres un experto en pasar la aspiradora, planchar la ropa y sacar brillo a los muebles. Haces las tareas del hogar a dos manos, silbando y disfrutando. Eres un ama de casa y a mucha honra.

Hubo un tiempo en el que los hombres ‘no podían’ tocar los hogar electrodomesticos, ni entrar en la cocina, ni nada que no fuese ‘tarea’ de las mujeres. El hombre trabajaba y cuando llegaba a casa se desentendía de las tareas del hogar. En ocasiones, incluso, la propia mujer era la que obligaba al hombre a no limpiar ni cocinar, aunque este quisiera: “deja los platos, que no sabes lo que hay que hacer”. Y el hombre volvía con la cabeza gacha al salón para seguir con la película de vaqueros.

Los tiempos han cambiado, de eso ya no hay ninguna duda. Hoy en día, las familias tienen unas costumbres diferentes. Casi todo se comparte y es fácil ver a un hombre limpiando el polvo y a una mujer montando un mueble. ¿Por qué no? En mi caso hago de todo, pero tengo que decir que tengo más habilidad con el paño que con el martillo. Debido a que paso más tiempo en casa que mi mujer he terminado dominando más que ella hogar electrodomesticos.

Soy el que, generalmente, pone la lavadora o el lavavajillas. Y quiero detenerme en este aparato, mi querido lavavajillas. Cuando pusieron uno de estos en casa de mis padres tardó en empezar a funcionar. Resulta curioso, pero a mi madre y a mí nos ha pasado lo mismo: nos costó bastante ‘permitir’ que el lavavajillas hiciera el trabajo, era como si nos confiáramos en él.

En la última casa en la que viví, tardamos bastante en empezar a usarlo. Solo éramos dos y prefería lavarlos yo mismo. Además, me cansaba horrores eso de meter y sacar los platos del aparato, casi tardaba lo mismo en lavarlos a mano. Pero ahora que somos tres, las cosas han cambiado. Me he acostumbrado tanto al lavavajillas que ya no me veo ni lavando una cucharilla a mano… con la cantidad de platos que yo lavé en el pasado.