Cuando alguno de mis amigos me comentaba que había comprado un coche de segunda mano, siempre le mostraba mi desconfianza. Es curioso, porque yo he sido un gran consumidor de productos usados, sobre todo de ropa vintage o artículos electrónicos, pero con los coches, nunca lo tuve muy claro.
Esta animadversión a los coches usados me viene de una mala experiencia que tuvo mi padre cuando compró un Mercedes siendo yo todavía bastante pequeño. Por aquellos tiempos, mi padre no andaba sobrado de dinero, pero debía cambiar de coche porque viajaba bastante por temas de trabajo. Le gustaban mucho los coches grandes y señoriales, pero suelen ser bastante caros así que optó por el mercado de ocasión.
Miró audi segunda mano baratos además de BMW pero al final compró un Mercedes 300 negro que era toda una preciosidad. Se lo compró a un vendedor particular de otra región (no recuerdo de dónde). Todo iba bien hasta que empezó a notar algo en el motor y se descubrió el pastel… El cuentakilómetros había sido modificado. Le habían timado. Fue imposible contactar con el vendedor, a pesar de que lo intentó por activa y por pasiva. Tuvo que poner de su bolsillo una cantidad considerable para cambiar el motor. Nunca volvió a confiar en el mercado de segunda mano.
Dicen que los padres ponen mucho énfasis en intentar que los hijos no cometan los mismos errores que ellos. Pero cuando mi padre se enteró de que estaba mirando coches de segunda mano, no me desanimó. Eso sí, insistió en que hiciera un repaso concienzudo al coche en un taller independiente.
Cuando me decidí a comprar un coche, quería uno muy concreto: un Audi A4 verde igual que uno que tenía en miniatura. Solo lo podía conseguir de ocasión así que peiné internet buscando audi segunda mano baratos. Un vendedor de Valencia tenía el que yo quería. Me tocó recorrer muchos kilómetros (yo soy de Cantabria) hasta la casa del señor que lo vendía. Hicimos una revisión a fondo y todo iba bien. Así que lo compré y hasta hoy sin ningún problema.