Si ya sabía yo que esto tenía que acabar así: como fan incondicional de la leche, algún día iba a tener que aprender a vivir sin ella. Por suerte, mi problema lo tienen millones de personas en el mundo y las firmas de leche y derivados lacteos han sabio estar alerta y elaborar productos para los intolerantes a la lactosa.
¿Y cómo está siendo mi vida sin lactosa? Pues bueno, vamos tirando. No sé, voy a poner un ejemplo imposible: imaginaos que a un vegano radical le dicen que debe alimentarse a partir de ese momento solo con productos de origen animal, sobre todo mucho carne roja… Bueno, pues cuando me dijeron a mí que adiós a los derivados lácteos sufrí una crisis de identidad. O sea, ¿me dices que no puedo comer queso?
Como no hay mal que por bien no venga, he decidido aprovechar este golpe moral de quedarme sin mi amada leche entera de toda la vida para hacer algunos cambios en mi alimentación. Ya llevaba tiempo con la idea de cambiar algunos patrones con el objetivo de mejorar mi bienestar y mi salud.
Lo primero que voy a hacer es empezar a desayunar: sí, yo no desayuno casi nunca. Cuando me levanto no tengo ganas de comer, no pienso en eso. Me levanto con tantas cosas en la cabeza que la comida es lo último que me interesa. Mal, lo sé. Vale que ahora no voy a poder tomar leche y derivados lacteos en el desayuno, pero eso tampoco es un gran problema. Existe la leche sin lactosa y buscaré sustitutivos para el resto de alimentos. No es que el yogur, por ejemplo, me haga daño, pero prefiero alejarme también de él una temporada.
Lo que hago ahora en el desayuno es, lo primero, obligarme a sentarme: nada de estar de pie. Empiezo siempre con fruta, que me abre el apetito, y luego unas tostadas, solas o con mermelada. Volver a desayunar es el primer paso de mi vida sin lactosa. Espero que un futuro a corto plazo este cambio en mis patrones de alimentación de sus frutos.